Con ello, estos dos gigantes pretenden revertir el retroceso de ventas en el mercado automovilístico, dar respuesta a las disrupciones tecnológicas y sobreponerse a sus crisis de liderazgo.
Así y todo, la alianza está prácticamente definida, a expensas de lo que se dictamine en la reunión del Consejo de Renault prevista en la que se tomará la decisión final para el anuncio del acuerdo, enfocado en primera instancia al desarrollo conjunto de tecnologías digitales, plataformas de producción y coche eléctrico. Tras ello, se producirá un intercambio de acciones entre los socios de la alianza.
Estas negociaciones llegan en un momento complicado para Renault, en tanto que el fabricante galo se encuentra en plena reflexión acerca del futuro de su alianza con Nissan, en la que la marca japonesa reclama un mayor protagonismo.
Hay que señalar que el Estado francés tiene un 15% de Renault, mientras que otro 15% pertenece a Nissan, marca que está participada a su vez en un 43% por el propio Renault, que también cuenta con un 34% en Mitsubishi.
En cualquier caso, la inclusión de Fiat podría trastocar los pilares de un consorcio que se remonta a 1999. De producirse tal acuerdo, la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi sumaría a sus 10,7 millones de vehículos fabricados en 2018, otros 4,8 millones del Grupo Fiat, proclamándose de esta forma el primer fabricante a nivel mundial, por delante del grupo Volkswagen, que fabricó el año anterior 10,8 millones de vehículos.
Uno de los principales motivos de esta alianza pasa por las nuevas exigencias de la Comisión Europea acerca de las emisiones de CO2 de cada marca. Se ha marcado la obligación de reducir estas emisiones 95 gramos de CO2 por kilómetro a partir de 2021, un 20% por debajo de los 118 gramos registrados el pasado 2017. Este requisito obliga a los fabricantes a llevar a cabo un gran esfuerzo para evitar ser penalizados con multas de hasta 95 € por vehículo vendido.